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«Tesoros de la Fe» Nº 198

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La Entronización del Sagrado Corazón de Jesús en los hogares

Estando el mes de junio tradicionalmente dedicado a honrar en particular al Corazón de Jesús, trascribimos un precioso capítulo del libro “El Estandarte de la Victoria - La devoción al Sagrado Corazón de Jesús y las necesidades de nuestra época”, cuya atenta lectura ciertamente será de gran provecho en la hora presente.

Péricles Capanema Ferreira e Melo

Antes que la presente crisis religiosa afectara los ambientes católicos, una práctica de piedad muy difundida entre los fieles era el apostolado de la Entronización de la imagen del Sagrado Corazón de Jesús en los hogares. Ella hace parte de un conjunto de iniciativas que nacieron alrededor de la devoción al Sagrado Corazón, animadas por un espíritu común y destinadas a atender necesidades diversas del apostolado. Esta práctica piadosa es tan importante que, si es emprendida con seriedad, puede regenerar al mundo.

La razón de ello es sencilla. La familia es la primera de las sociedades naturales y, desde varios puntos de vista, es también la más importante. De su desarrollo nacen —por agrupación, división o extensión— las demás sociedades en los más variados ámbitos, hasta llegar a la sociedad suprema, el Estado. Si la familia es moralmente sana, será capaz de trasmitir su salud a las otras instituciones. Si estuviera contaminada por cualquier vicio, contaminará a todas las otras sociedades que nacen de ella. La Entronización del Sagrado Corazón en los hogares tiene como objetivo, pues, regenerar, preservar y perfeccionar la célula básica de la sociedad, que es la familia.

La Entronización es una consagración de la familia al Sagrado Corazón y manifiesta el propósito de reconocerlo como Rey de aquella sociedad, colocándolo simbólicamente en un trono. Su fin próximo es lograr que en la familia reine un espíritu efectivamente cristiano. Su fin remoto es el de preparar las condiciones para el Reinado de Jesucristo en la sociedad.

Nuestro Señor hizo dos promesas a santa Margarita María, que se relacionan directamente con la familia y la Obra de la Entronización.

“1. Daré paz a sus familias.

“2. Bendeciré las casas en que la imagen de mi Corazón sea expuesta y honrada”.

La historia de la Obra de la Entronización

Al visitar
Paray-le-Monial en 1907, el padre Mateo idealizó allí, en la atmósfera de gracias del Sagrado Corazón, un movimiento de regeneración de las familias y de la sociedad.

¿Cuál es la historia de la obra de la Entronización?

Antes de la constitución formal de la Obra de la Entronización, numerosas familias se sintieron llamadas a atender los pedidos de consagración contenidos en las revelaciones a santa Margarita María. Hubo entonces varias iniciativas en ese sentido, con fórmulas que variaban y con propósitos muy semejantes.

Pero quien propiamente fundó la Obra de la Entronización fue el sacerdote peruano Mateo Crawley-Boevey (1875-1961), de la Congregación de los Sagrados Corazones de Jesús y María. Vivió parte de su juventud en Valparaíso, Chile, y estableció muchos lazos con ese país. Al visitar Paray-le-Monial en 1907, el padre Mateo idealizó allí, en la atmósfera de gracias del Sagrado Corazón, un movimiento de regeneración de las familias y de la sociedad. Quiso dar estabilidad a muchos buenos deseos y, sustentado en ellos, fundar una especie de cruzada moral. Pretendía convertir a Nuestro Señor un auténtico Rey de las familias, para así hacer viable su Realeza Social.

La Capilla de las Apariciones, en Paray-le-Monial, Francia

El padre Mateo Crawley-Boevey deseaba que “la devoción integral de Paray constituyese el alma del hogar… La idea principal, el alma divina de la obra, es la revelación de Paray, realizada práctica y socialmente, revelación que ilumina, con toda su luz y misericordia, al hogar, célula social”.1

El padre Mateo sometió su plan al cardenal Vives y Tutó —también gran propagador de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús y fiel colaborador del Papa san Pío X— que lo estimuló, diciendo: “Esta es una obra magnífica; a ella debéis consagrar vuestra vida”.

Igualmente lo sometió al Pontífice reinante, san Pío X, el cual lo aprobó con las siguientes palabras: “No solamente os lo permito, sino que os ordeno dedicar vuestra vida a esta obra de salvación social”.2

Al recibir el mismo estímulo de su Superior General, el padre Mateo comenzó su obra en Valparaíso, Chile. De allí, se extendió al mundo entero.

De la Obra de la Entronización nació la Adoración Nocturna en el Hogar, lanzada también por el padre Mateo, en 1927. La Adoración Nocturna en el Hogar es esencialmente reparadora. Hecha ante la imagen del Sagrado Corazón, tiene como fin reparar a Nuestro Señor a la hora en que el pecado se practica más impunemente y desagraviarlo de la ola de orgullo y sensualidad que invade las familias católicas en nuestra época. Constaría de al menos una hora mensual de oraciones por cada familia. Ella se inspira en la Hora Santa que santa Margarita María hacía ante el Santísimo Sacramento, los jueves, desde las once de la noche hasta la medianoche.

El espíritu de la Obra de la Entronización

¿Cuál es el auténtico espíritu de la Obra de la Entronización? —Él nos es dado por la enseñanza que nos viene de la Santa Sede.

El sacerdote peruano Mateo Crawley-Boevey Murga, incansable apóstol del Sagrado Corazón de Jesús en los hogares

El Papa Benedicto XV (1914-1922), en carta del 27 de abril de 1915 dirigida al padre Mateo afirma que nada en nuestra época es más oportuno que esa consagración de las familias. Ella va contra un plan de pervertir el interior de los hogares, llevado adelante por un enemigo. Ese enemigo tiene en vista sobre todo la sociedad doméstica, afirma el Papa, pues ella es el germen de la sociedad. Si consiguieren corromperla, corromperán la sociedad entera. Advierte aún el Pontífice:

Los golpes del enemigo tienen principalmente en vista la sociedad doméstica. Al contener ésta, como en germen, los principios de la sociedad civil, ellos saben muy bien que la transformación, o mejor dicho, la corrupción que esperan de la sociedad común, es consecuencia necesaria de la de la familia, una vez que hayan viciado los fundamentos de esta última”.

Benedicto XV no quería una consagración superficial; la deseaba seria, creadora de buenos hábitos y destructora de los vicios:

“Importa sobremanera conocer a Cristo; conocer su doctrina, la vida, la pasión, la gloria; seguirlo no es dejarse guiar por un sentimiento superficial de religiosidad, que conmueve fácilmente los corazones tiernos y delicados y arranca lágrimas fáciles, pero deja los vicios intactos”.3


“No solamente os lo permito, sino que os ordeno dedicar vuestra vida a esta obra de salvación social”, le dijo san Pío X al padre Mateo, aprobando así su iniciativa.

Lo mismo señalaba el cardenal Van Rossum, en carta del 16 de enero de 1919, enviada en nombre de Benedicto XV al padre Joaquín Kapteinm SSCC, director de la Obra de la Entronización en Holanda:

“Lo que realmente queremos es que no se haga una consagración pasajera de la familia al Sagrado Corazón, una pequeña fiesta familiar que mañana tal vez sea olvidada; sino que, en realidad, Jesús sea colocado en un trono en la familia”.4

También es fundamental lo que afirmaba la revista Acta Pontificia del 25 de mayo de 1915. La reparación que la Obra de la Entronización quiere hacer no es tan solo individual sino que tiene un componente social:

“Este apostolado se aplica de hecho a reparar dos pecados característicos de nuestra época: la laicización y la disolución de la familia, como también el atentado social contra la majestad divina de Jesucristo sobre la sociedad humana”.5

Esta orientación se refleja con fidelidad en la publicación oficial de la Entronización. El Folleto Oficial de la Obra de la Entronización la compara a una cruzada de reconquista y restauración, cuyo objetivo es el reinado del Corazón de Jesús:

“Una obra que, por su organización y su proyección social, constituyera una verdadera cruzada, cuyo fin sería centralizar y acentuar el movimiento mundial para el reinado del Sagrado Corazón de Jesús.6


“Debemos mantener, por medio de actos piadosos internos y externos, siempre viva la llama de la consagración y el espíritu reparador propio de la devoción al Sagrado Corazón.

El mismo espíritu marca el Diploma oficial de la Entronización, el llamado Documento Familiar, firmado por el sacerdote, los padres y los hijos:

“Por este acto, expresión solemne de sincero amor y reparación, nosotros, los abajo firmantes, queremos afirmar el reconocimiento oficial de la REALEZA de Jesucristo, nuestro Señor y nuestro Maestro; prometer la observancia incondicional de los Mandamientos de Dios y de la Santa Iglesia Católica, Apostólica, Romana; defender los Derechos Absolutos de Dios contra las violaciones sacrílegas practicadas por los individuos, por las familias, por las naciones; someternos completamente a la autoridad infalible del Sumo Pontífice”.7

Para mantener encendida la llama de los buenos propósitos que acompañan a la consagración, la Publicación aconseja algunas prácticas:

1. La oración en común ante la imagen del Sagrado Corazón, al menos a la noche, y la renovación de la consagración con la fórmula abreviada.8

2. Bendición a los niños a la noche por parte de los padres, como jefes del hogar, ante la imagen del Sagrado Corazón y en nombre del Sagrado Corazón.

3. Comunión frecuente con intención reparadora.

4. La Hora Santa los días viernes o por lo menos en la víspera de los primeros viernes de mes.

Aparición del Corazón de Jesús a santa Margarita María Alacoque

Tales prácticas, como puede observarse, son muy aconsejables. Sin embargo, según las circunstancias concretas, cada familia puede elegir otras. El objetivo es el de mantener, por medio de actos piadosos internos y externos, siempre viva la llama de la consagración y el espíritu reparador propio de la devoción al Sagrado Corazón. Uno de los actos más meritorios es el rezo del rosario en familia.

También es necesario añadir que la Obra de la Entronización no se limita a las familias. Desea llegar a otras sociedades, como la escuela, la fábrica, el hospital y la oficina.

La ceremonia de la Entronización es muy sencilla. En un día determinado, delante de los miembros de la familia reunidos, el párroco u otro sacerdote bendice la imagen del Sagrado Corazón de Jesús y la coloca normalmente en la sala más digna de la casa. Después de dirigir a los presentes unas palabras que recuerden el espíritu y los deberes de esta práctica de piedad, el sacerdote recita con toda la familia una fórmula de reparación y consagración. Si el sacerdote no pudiera comparecer, la imagen, previamente bendecida, podrá ser colocada y la fórmula recitada por un laico, de preferencia el jefe de familia, el patrón o el director de la organización.

 

Notas.-

1. Gérald De Becker SSCC, Léxico de la Teología del Sagrado Corazón, International Institute of the Heart of Jesus, Editorial Andes, Milwaukee-Bogotá, 1975. v. Entronización, p.136; v. Mateo Crawley-Boevey, p. 233.

2. Congregação dos Sagrados Corações (Picpus), A Entronização do Sagrado Coração de Jesus nos Lares pela Consagração Solene das Famílias a este Divino Coração, Rio de Janeiro, 1941, p. 66.

3. Ibídem, p. 17-18.

4. Ibídem, p. 33-34.

5. Ibídem, p. 30.

6. Ibídem, p. 55.

7. Ibídem, p. 112.



  




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