La Palabra del Sacerdote ¿Qué significa: “Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”?

PREGUNTA

“Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” (Mt. 22, 21). ¡Esta expresión de Nuestro Señor Jesucristo siempre me intrigó!

¿Estaría Él así legitimando al poder pagano? ¿Estaría legitimando la dominación romana, sus atrocidades y —en consecuencia— la obediencia de su pueblo, el pueblo de Dios, a ese poder arbitrario?



RESPUESTA

La pregunta se desdobla en dos cuestiones diferentes muy interesantes: una sobre la legitimidad del poder pagano en sí; otra sobre la legitimidad de la dominación romana en particular, considerando que se trataba del pueblo de Israel, cuyo soberano era Dios. ¿Reconocer la dominación romana no sería renunciar al vínculo absolutamente especial establecido por Dios con el pueblo de Israel? Cuestiones delicadas, sobre todo la última, que el lector hace bien en levantar.

Para que todos puedan seguir cómodamente la respuesta a estas cuestiones, conviene reproducir el texto de San Mateo mencionado (cap. 22):

15. Entonces los fariseos se retiraron a tratar entre sí cómo podrían sorprenderle en lo que hablase. 16. Y le enviaron sus discípulos con algunos herodianos que le dijeron: Maestro, sabemos que eres veraz, y que enseñas el camino de Dios conforme a la pura verdad, sin respeto a nadie, porque no miras a la calidad de las personas. 17. Esto supuesto, dinos qué te parece: ¿Es o no es lícito pagar tributo al César? 18. A lo cual Jesús, conociendo su malicia, respondió: ¿Por qué me tentáis, hipócritas? 19. Enseñadme la moneda con que se paga el tributo. Y ellos le mostraron un denario. 20. Y Jesús les dijo: ¿De quién es esta imagen y esta inscripción? 21. Respóndenle: Del César. Entonces les replicó: Pues dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. 22. Con esta respuesta quedaron admirados, y dejándole, se fueron.

Vista de las ruinas del Foro Romano, en Roma. El Derecho Romano constituyó un aspecto positivo de la Pax Romana.

El dilema farisaico

Como se ve, la embajada enviada por los fariseos quedó admirada con la sabiduría de la respuesta de Jesucristo, retirándose desconcertada y sin tener qué replicar. San Lucas comenta que “callaron”, “y no pudieron reprender su respuesta delante del pueblo”, ni delante “del gobernador” Poncio Pilatos, como pretendían (Lc. 20, 20-26).

La pregunta hecha a Jesucristo era de extrema gravedad, pues comportaba un dilema, del cual creían que Él no podría salir.

Si dijese que no se debía pagar el impuesto a César, lo acusarían ante Poncio Pilatos como sedicioso contra el poder de Roma.

Si dijese que se debía pagar el impuesto, estaría rechazando el carácter teocrático del pueblo de Israel (gobernado por Dios), sometiéndolo al poder de César y de Roma. Más aún –aspecto minor, pero importante del punto de vista de la opinión pública– aprobando el pago de los impuestos, desagradaría al pueblo, que odiaba a los publicanos, los recolectores de esas contribuciones.

La cuestión era pues embarazosa desde todos los puntos de vista.

Examinemos ahora las dudas presentadas por quien me escribe.

Legitimidad

Toda sociedad que se constituye de acuerdo con la naturaleza de las cosas tiene el derecho de proveerse de una autoridad legítima. Comenzando por la familia, cuya autoridad está constituida por los padres (padre y madre), con la supremacía del padre en última instancia (no obstante los reclamos indebidos de los movimientos feministas mal orientados y de los códigos civiles vigentes en algunas naciones). Aunque la familia sea pagana o simplemente no católica, la autoridad de los padres es legítima por la propia naturaleza. Así, también las naciones, aunque paganas, podían dotarse de una autoridad legítima, la cual debería ser acatada por los súbditos, a no ser que ordenase algo contrario a las leyes natural o divina. En esas condiciones, no hay por qué negar la legitimidad de la autoridad romana, considerada en sí misma.

Pax romana

Esa autoridad se extendió, como se sabe, por vastas regiones de Europa, de Asia y del norte de África, constituyendo de ese modo el Imperio Romano. Aquí entramos en el resbaladizo problema de las circunstancias en que puede ser legítimo el cercenamiento del derecho de autodeterminación de los pueblos. Esto exigiría un tratado, para ser abordado en sus múltiples aspectos. El hecho es que la Pax romana establecida en ese vasto imperio tuvo, al lado de aspectos negativos, aspectos también positivos, como la implantación del Derecho Romano, para citar apenas un ejemplo. A tal punto que esa dominación extranjera era sentida, por ciertos pueblos, más como un protectorado que los preservaba de las incursiones de naciones limítrofes, librándolas de peligros externos eventualmente mayores.

Y la Historia registra también casos de luchas intestinas, en que la dominación extranjera representaba un mal menor de que el auto-exterminio de etnias o facciones internas. El reciente caso de Afganistán ilustra bien esa situación. El problema no puede, por lo tanto, ser simplificado tachando de ilegítimo todo y cualquier recorte del principio de la autodeterminación de los pueblos.

Herodes Antipas mandó decapitar a Juan el Bautista, cuya cabeza fue pedida por Salomé. Cabeza de San Juan Bautista, Escuela de las Islas, siglo XVII — Museo Bizantino de Atenas

Nación teocrática

En el caso concreto que nos ocupa, los herodianos, partidarios de la dinastía de Herodes, mantenían buenas relaciones con la autoridad romana. Su alineamiento circunstancial con los fariseos para perder a Jesús, se explica por el hecho de que Herodes Agripa mandó decapitar a San Juan Bautista, precursor del Mesías. Una respuesta de Jesús, que les permitiese comprometerlo con la autoridad romana, ciertamente los alegraría.

Por su parte, los dirigentes de la nación aceptaban de hecho la dominación romana, que los protegía contra la tiranía de los Herodes. Por eso, usaban en su nación las monedas romanas, manifestando de ese modo que reconocían el dominio de César sobre ellos. Para una nación teocrática, no era lo ideal, pero era una situación de hecho, cuyas consecuencias ellos precisaban asumir. Como esas consecuencias se situaban en el campo temporal, no comprometían en su esencia las exigencias de una nación de naturaleza teocrática. Las obligaciones para con el César eran temporales; las obligaciones para con Dios eran trascendentales. De ahí la respuesta precisa de Jesús al dilema de los fariseos: “Pues dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”.

Conviene recordar aún que la dominación romana en Israel venía del tiempo de los Macabeos (cerca de 150 años antes de Cristo), cuando los propios judíos pidieron la protección de los romanos contra los enemigos que los asediaban por varios lados. Y después renovaron varias veces esa alianza (cf. 1 Mac. 8, 1 y ss.; 14, 17 y ss.; 15, 15 y ss.).

La pregunta capciosa, presentada a propósito de la pretendida incompatibilidad entre el pago del tributo al César y el reconocimiento del supremo dominio de Dios sobre Israel, queda así perfectamente disipada.

Para finalizar, no escapa al contexto recordar aquí la amonestación de Nuestro Señor Jesucristo en una circunstancia paralela: “Buscad primero el reino de Dios y su justicia; que todo lo demás se os dará por añadidura. No tenéis vosotros que temer, pequeñito rebaño, porque ha sido del agrado de vuestro Padre daros el reino” (Lc. 12, 31-32). En otras palabras: Hombres y césares del siglo XXI, ante todo “dad a Dios lo que es de Dios”, y estaréis “buscando en primer lugar su justicia”; obedeced los mandamientos y atended la palabra de Cristo y su Iglesia, y “todo os será dado por añadidura”, o sea la “Paz de Cristo en el Reino de Cristo” y del César.     



San Jerónimo Emiliani La Virgen Candelaria de Cayma, Arequipa
La Virgen Candelaria de Cayma, Arequipa
San Jerónimo Emiliani



Tesoros de la Fe N°14 febrero 2003


La Candelaria de Cayma
La Candelaria de Cayma Introducción El símbolo de los Apóstoles San Jerónimo Emiliani ¿Qué significa: “Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”?



 Artículos relacionados
¿Cómo tener certeza de nuestra fe y cómo perderla? Aumenta cada día el número de los que no tienen fe. Unos titubean, otros dudan, otros incluso escarnecen de los que tienen fe. Con eso corremos el riesgo de quedar nosotros mismos inseguros en nuestra fe. ¿Cómo podemos tener certeza de la verdad de nuestra fe?...

Leer artículo

¿Si Dios es bueno, por qué permite los males? Dios nunca deja a sus hijos en el abandono, sino que los socorre misericordiosamente. Por ello envió a su Santísima Madre a la tierra, en Fátima, para anunciar que si los hombres no se enmendasen, grandes castigos habrían de sobrevenir...

Leer artículo

¿El amor que Dios tiene de Sí mismo, es un amor egoísta? Cuando pretendemos aplicar a Dios conceptos que conciernen apenas a la criatura humana, caemos en una maraña de la cual no salimos nunca. Es como un ovillo del cual se perdió la punta: por más que jalemos los hilos de aquí o de allá, no conseguiremos desenredarlo...

Leer artículo

¿Bastaría apenas tener “buenos valores” para agradar a Dios? Esa alegación entra en el concepto de “buenas personas”, muy difundido hasta incluso en medios católicos. Serían aquellas que “cumplen sus deberes familiares y profesionales y no hacen mal a nadie”; sin embargo no no observan los Mandamientos de la Ley de Dios en su integridad...

Leer artículo

¿Por qué Dios permite las catástrofes naturales? Como resultado de la educación llamada “científica” que comúnmente recibimos en las escuelas, fuimos formados en la concepción de que ciencia y fe son campos separados, que nada tienen que ver entre ellos. Nada más falso...

Leer artículo





Promovido por la Asociación Santo Tomás de Aquino