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«Tesoros de la Fe» Nº 149 > Tema “Confesores de la Fe”

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San Agustín de Canterbury

Apóstol de Inglaterra

 

Monje benedictino que gracias a sus virtudes y a su celo apostólico conquistó a los anglos, donde había sido enviado por San Gregorio Magno

Plinio María Solimeo

UNA ANTIGUA TRADICIÓN inglesa reconoce como introductor del cristianismo en el país nada menos que a José de Arimatea, el rico discípulo del Redentor que colocó su santísimo cuerpo en el sepulcro. Tertuliano (c. 155 - c. 222) afirma que la religión cristiana ya había penetrado “en Caledonia” —nombre que los romanos daban a la región norte de Britania (hoy Escocia)—en el siglo II, es decir,en el territorio fuera de los límites de la provincia romana.

Esa cristiandad había producido mártires durante la persecución de Diocleciano, y el nombre de sus obispos figura en los primeros concilios de Occidente,como el de Arlés (314),en el cual habrían participado tres prelados de la región.

El año 429, los obispos de Britania enviaron un llamado al continente pidiendo refuerzos para combatir a los herejes pelagianos.El Papa San Celestino envió entonces a San Germán de Auxerre y a San Lupo de Troyes.Después de combatir victoriosamente a los secuaces de Pelagio,San Germán permaneció cierto tiempo en Britania, predicando y estableciendo escuelas para la formación del clero.1

Cuando las legiones romanas dejaron el país, a comienzos del siglo V, éste fue invadido por los sajones,que se establecieron en el sur y en el este, y por los anglos, que fundaron la Anglia Oriental.

Los invasores destruyeron la mayor parte de lo que quedaba de la civilización romana, así como las estructuras económica y religiosa. Aunque los remanentes celtas fueran ya cristianos, eran poco numerosos para convertir a los invasores. Además, odiaban a sus conquistadores—que formaban la mayor parte de la población— y no emprendieron su conversión. La Iglesia de los celtas se desarrolló pues aislada de Roma, bajo la influencia de los monjes irlandeses, y de ese modo quedó más vinculada a los monasterios que a los obispados y sin espíritu misionero.

San Gregorio Magno:«Non sunt angli, sed angeli»

A fines del siglo VI, cuando aún era abad del monasterio de San Andrés, que fundara en Roma, tuvo el futuro San Gregorio Magno su primer encuentro con los anglos. Pasando él un día —narra San Beda, el Venerable—por el Foro Romano,vio algunos jóvenes esclavos rubios,de muy buena apariencia.Cuando le informaron que eran anglos, él profirió la famosa frase: “Non sunt angli, sed angeli”— no son anglos, sino ángeles.

Fracasado en su intento de ir como misionero a evangelizar aquel pueblo, en el año de 596,siendo Papa, San Gregorio envió finalmente a Britania la misión apostólica por la que tanto había deseado.

Para ello escogió a cerca de 40 monjes del antiguo monasterio de San Andrés bajo el mando de su prior Agustín, de cuya vida trata el presente artículo. A respecto de esta iniciativa, el escritor inglés Edward Gibbon pudo afirmar: “César utilizó seis legiones para conquistar Britania, y Gregorio solo cuarenta monjes”.

 

Fue por aquel tiempo que la Britania romana comenzó a ser llamada Inglaterra, en memoria de los anglos que la poblaban; y que noticias oriundas de aquel país llevaron al Papa santo a enviar la mencionada misión

En efecto, habiendo sido ungido rey de Kent el año 559, Ethelberto (o Adalberto) consiguió establecer su dominio en gran parte del país en menos de dos décadas.Se casó con Bertha, hija del rey de París, el cual había condicionado la unión al derecho de su hija de profesar la verdadera religión. Un obispo la acompañó entonces a Inglaterra.

El Papa impide la desistencia de los misioneros

Prácticamente nada se conoce de la vida de San Agustín antes de su ingreso al monasterio de San Andrés,antigua casa paterna de San Gregorio. Fue en calidad de prior de aquel monasterio que ocurrió su elección por el Sumo Pontífice para encabezar un grupo de monjes enviados a Inglaterra.

De paso por Galia, el grupo de misioneros debería buscar en Arlés —la primera diócesis de las Galias—,al obispo San Virgilio. “Yo no dudo que recibiréis a Agustín y sus compañeros con dulce benevolencia, que los llenará de consolación”, dice San Gregorio en carta a San Virgilio. Sin embargo, siempre vigilante, añade: “Al mismo tiempo, examinad a estos misioneros, y si notáis en ellos cualquier cosa de reprensible, advertidles, corregidles, para que ellos estén aptos para obrar la conversión de los pueblos. Que Dios os tenga en su guarda, mi reverendísimo hermano”.2

Pero al llegar a Galia, el grupo de misioneros recibió desalentadoras noticias sobre la situación en Inglaterra. El mismo Agustín regresó, a fin de proponer al Papa revisar la cuestión. San Gregorio envió entonces a los monjes una enérgica carta incitándolos a seguir adelante.

En la Navidad, conversión de San Ethelberto

San Beda, el Venerable, describe la entrada de San Agustín y de sus monjes en Kent, cargando “la santa cruz junto con una pintura del soberano Rey, Nuestro Señor Jesucristo”.3

El gran orador sagrado francés Bossuet comenta: “La historia de la Iglesia no tiene nada más bello que la entrada de este santo monje Agustín en el reino de Kent con cuarenta de sus compañeros”.4 San Agustín, cuya estatura sobresalía a la de los demás, era objeto de todas las miradas.

Los monjes fueron acogidos en Kent por Ethelberto, que les concedió permiso para predicar. “La evidente sinceridad de los misioneros, su rectitud, su valor en las pruebas y, sobre todo, el carácter desinteresado del propio Agustín y la nota nada mundana de su doctrina causaron profunda impresión en la mente del rey. Él pidió ser instruido en la fe católica, y su bautismo fue marcado para el día de Pentecostés”.5 En la Navidad de 597, más diez mil sajones, a ejemplo del rey, recibieron el bautismo.

Como prueba de la sinceridad de su conversión, el rey Ethelberto cedió a Nuestro Señor su palacio, que desde entonces se convirtió en la catedral de Canterbury y la principal sede episcopal de Inglaterra. Elevado más tarde a la honra de los altares, dice de él el Martirologio Romano (24 ó 25 de febrero, conforme el año): “En Inglaterra, San Ethelberto,rey de Kent, que San Agustín, obispo de los anglos, convirtió a la fe de Cristo”.

“La rapidez de sus conquistas, dice un historiador antiguo,era efecto no sólo del celo del santo misionero y del espectáculo de sus virtudes, sino también de las maravillas que Dios obraba por su ministerio”.6

Exaltación papal por el éxito apostólico

Al conocer lo que ocurría en Inglaterra, el Papa santo escribió a San Agustín: “Gloria a Dios en lo más alto de los Cielos; gloria a Dios, que no ha querido reinar solamente en los Cielos; […] cuyo amor nos envía a buscar hasta la isla de Bretaña hermanos desconocidos; cuya bondad nos hace encontrar lo que buscábamos sin conocerlo. ¿Quién podrá contar la exaltación de todos los corazones fieles desde que la nación inglesa, por la gracia de Dios y su trabajo fraternal,está inundada de la santa luz y se prosterna ante el Dios Todopoderoso?”.7

Sabiendo que gran parte del éxito era debido a los innumerables milagros obrados por Agustín, San Gregorio lo exhorta a la humildad, lo nombra arzobispo de Kent y le da sabios consejos sobre la organización de la misión en el país.

San Agustín fue entonces a recibir la consagración episcopal de manos de San Virgilio, regresando enseguida a su campo de batalla, pues la mies era grande y pocos los obreros.Por ello pidió refuerzos a San Gregorio, recibiendo poco des-San Gregorio Magno envía a San Agustín de Canterbury junto con un grupo de beneditinos para evangelizar Inglaterra, Catedral de Southwark; y San Paulino, futuro arzobispo de York. San Gregorio le envía el año 601 el palio arzobispal, dándole el poder de erigir cuantos obispados juzgara conveniente.

Actitud poco apostólica y escarmiento del clero celta

Como la mies era muy abundante y pocos los misioneros,San Agustín recurrió al clero celta, del otro lado de la isla. Pero éste se negó, llegando el abad de Bangor —su principal autoridad, cuyo monasterio tenía tres mil monjes— a responder al santo: “No, no predicaremos la fe a esa cruel raza de extranjeros, que deslealmente expulsaron a nuestros ancestros de su país y despojaron de su herencia a la posteridad”. Ante este rechazo tan poco cristiano, San Agustín le respondió: “Puesto que no queréis enseñar a los ingleses el camino de la vida, recibiréis de ellos el castigo de la muerte”.

San Agustín de Canterbury instruye al rey Ethelberto y a su esposa Bertha en la fe católica

Esta profecía se realizó algunos años después cuando Ethelfrido, rey de los anglos del norte, siendo aún pagano, invadió la región donde estaba el monasterio de Bangor, y viendo que los monjes rezaban por la victoria de su oponente, mató sin piedad a más de mil de ellos.

Se conservaron dos cartas de San Gregorio a San Agustín,la segunda de las cuales es una respuesta a un cuestionario que le envió sobre dudas a respecto de cómo actuar en Inglaterra.8 El Papa aconseja al Apóstol de Inglaterra a no destruir los templos paganos, sino a purificarlos, consagrándolos al verdadero Dios; a no extinguir con violencia ciertas costumbres de los gentiles —incluso cuando no fuesen muy loables— con tal que no sean absolutamente incompatibles con la religión; a disimular y pasar por alto, hasta que esa nueva planta esté fuerte y sea capaz de abrazar por completo todo el rigor de la disciplina eclesiástica.9

Los convertidos proporcionan grandes misioneros

Agotados sus intentos de persuadir a los obispos celtas para someterse a la autoridad de San Agustín, San Gregorio Magno se vio obligado a establecer obispos romanos en Londres y Rochester, poco antes de morir, en 604. También fundó una escuela para la formación de sacerdotes anglosajones. San Agustín, a su vez, consagró obispo a su futuro sucesor, San Lorenzo de Canterbury.

Murió también en 604, dos meses después que San Gregorio Magno, su gran benefactor.

En su libro Morales, el Papa santo escribe a respecto de la conversión de los ingleses: “Los ingleses, que antes no conocían sino una lengua bárbara, comenzaron a alabar a Dios en lengua hebraica; y el océano, que estaba antes dilatado y furioso, está ahora sujeto y vasallo de los servidores de Dios. Los pueblos orgullosos, que los príncipes de la tierra no podían domar por las armas, fueron subyugados por simples palabras de los sacerdotes”.

Toda esta epopeya vendría a desmoronarse en el siglo XVI por la liviandad de un rey adúltero —Enrique VIII— que para satisfacer sus pasiones separó a Inglaterra de la verdadera Iglesia, fundando una iglesia cismática y después herética de la cual se proclamó su cabeza.  

Notas.-

1. Cf. ANDREW A. MACCERLEAN, Saint Germain, bishop of Auxerre, The Catholic Encyclopedia, CD Rom edition.
2. LES PETITS BOLLANDISTES, Saint Virgile, Religieux de Lérins, Vies des Saints, Bloud et Barral, 1882, t. III, p. 161.
3. CORNELIUS CLIFFORD, Saint Augustine of Canterbury, The Catholic Encyclopedia, CD Rom edition.
4. LES PETITS BOLLANDISTES, Saint Augustin de Canterbury, t. VI, p. 195.
5. CORNELIUS CLIFFORD, op. cit.
6. PEDRO DE RIBADENEYRA S.J., San Agustín, obispo y confesor, Flos Sanctorum, in EDUARDO MARÍA VILARRASA, La Leyenda de Oro, L. González y Cía., Barcelona, 1896, t. II, p. 344.
7. Apud FRAY JUSTO PÉREZ DE URBEL O.S.B., San Agustín de Canterbury, Año Cristiano, Ediciones Fax, Madrid, 1945, t. II, pp. 469-470.
8. Libro XI, Carta 64, in St. Gregory I, Letters, The Catholic Encyclopedia, CD Rom edition.
9. Cf. LES PETITS BOLLANDISTES, Saint Grégoire le Grand, t. III, p. 371.
10. LES PETITS BOLLANDISTES, id., p. 372.



  




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