Cuarta Aparición: 19 de agosto de 1917
El día 13 de agosto, en que debía darse la cuarta aparición, los videntes no pudieron comparecer a Cova da Iría, pues fueron raptados por el Administrador de Ourém, que a la fuerza quiso arrancarles el secreto. Los niños permanecieron firmes.
A la hora de costumbre, se oyó en Cova da Iría un trueno, al que siguió un relámpago, habiendo notado los espectadores una pequeña nube blanca que se posó algunos minutos sobre la encina. Se observaron también fenómenos cromáticos de diversos colores en el rostro de las personas, en las ropas, en los árboles y en el suelo. Nuestra Señora ciertamente había venido, pero no encontró a los videntes.
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El día 19 de agosto, Lucía estaba con Francisco y otro primo en el lugar llamado Valinhos, en una propiedad de uno de sus tíos, cuando a eso de las cuatro de la tarde, comenzaron a producirse las alteraciones atmosféricas que precedían a las apariciones de Nuestra Señora en Cova da Iría: un súbito refrescar de la temperatura, un oscurecimiento del sol y el característico relámpago. Lucía, sintiendo que algo de sobrenatural se aproximaba y los envolvía, mandó llamar rápidamente a Jacinta, que llegó a tiempo de ver a la Virgen aparecerse sobre una encina un poco mayor que la de Cova da Iría.
Lucía: ¿Qué quiere Vuestra Merced de mí?
Nuestra Señora: Quiero que continuéis yendo a Cova da Iría el día 13 y que sigáis rezando el rosario todos los días. El último mes haré el milagro para que todos crean.
Lucía: ¿Qué desea que hagamos con el dinero que deja la gente en Cova da Iría?
Nuestra Señora: Que hagan dos andas. Una la llevas tú con Jacinta y otras dos niñas vestidas de blanco, y la otra que la lleve Francisco y otros tres niños. Las andas son para la fiesta de Nuestra Señora del Rosario. El dinero que sobre, es para ayuda de una capilla que mandarán hacer.
Lucía: Quería pedirle la curación de algunos enfermos.
Nuestra Señora: Sí, a algunos curaré durante el año. Y tomando un aspecto más triste, les recomendó de nuevo la práctica de la mortificación, diciendo, al final: Rezad, rezad mucho y haced sacrificios por los pecadores, que muchas almas se van al infierno por no haber quién se sacrifique y pida por ellas.
Y, como de costumbre, comenzó a elevarse en dirección al este.
Los videntes cortaron ramas del árbol sobre el cual Nuestra Señora se había aparecido, y las llevaron a casa. Las ramas exhalaban un perfume singularmente suave.
(Texto tomado del libro Fátima: ¿Mensaje de Tragedia o de Esperanza?, pp. 61-65)