El Perú necesita de Fátima Rezad, rezad mucho y haced sacrificios por los pecadores, que muchas almas se van al infierno por no haber quién se sacrifique y pida por ellas.
CampañasTienda VirtualTesoros de la FeDonaciones



«Tesoros de la Fe» Nº 240

Tema del mes  [+]  Versión Imprimible
AbcAbcAbc

Navidad

Altísima y sublime unión de Nuestro Señor Jesucristo con su Madre Santísima

En la víspera de la Navidad de 1968, atendiendo un pedido para comentar las letanías al Inmaculado Corazón de María, Plinio Corrêa de Oliveira formuló las siguientes reflexiones que ahora publicamos. Estas fueron extraídas de una grabación, sin haber pasado por la revisión del autor.

Las Leanías al Inmaculado Corazón de María son casi en su totalidad una transposición de las invocaciones de las letanías al Sagrado Corazón de Jesús. Una transposición adecuada, porque la Santísima Virgen tiene perfecta semejanza con Nuestro Señor. En estas condiciones, con las adaptaciones necesarias, de Ella se puede decir mucho de lo que se afirma de la vida de Jesús.

A modo de ejemplo, consideremos una de las invocaciones de las letanías: Corazón de María, donde se formó la sangre de Jesucristo Redentor. Es una consideración muy hermosa y apropiada para meditar durante la acción de gracias después de la comunión. Por las leyes ordinarias de la reproducción de la especie, el hombre lleva en su interior algo de la sangre de su padre y algo de la sangre de su madre. Pero la preciosísima sangre de Nuestro Señor Jesucristo fue formada exclusivamente por la Virgen, al igual que su sacratísima carne, pues se trató de una concepción milagrosa y del alumbramiento de una virgen, sin que interviniera la obra de ningún hombre.

San Agustín dijo muy apropiadamente: Caro Christi, caro Mariæ; la carne de Cristo es en cierto modo la misma carne de María. Por tanto, en Nuestro Señor no había más que la carne y la sangre de su Madre Santísima.

Así entendemos mejor lo que pudo ser el período en que Nuestro Señor Jesucristo estuvo en gestación en el cuerpo de María. Durante este período la Virgen fue concediendo todos los elementos vitales para la constitución del cuerpo del Hombre-Dios, cuando ya existía la unión hipostática, que es la unión de las naturalezas humana y divina en la persona de Jesucristo. No debemos imaginar que esta unión se produjo recién después del nacimiento de Jesús. Tuvo lugar desde el momento en que fue concebido. Una vez que la naturaleza divina y la naturaleza humana se asociaron, tuvo lugar la unión hipostática, y el Niño Jesús comenzó a desarrollarse en la Virgen.

En la noche de Navidad, la suprema unión de la Santísima Virgen con su Hijo

Adoración de los Pastores, Pietro di Giovanni d’Ambrogio, 1440 – Temple sobre tabla, Fondazione Musei Senesi, Siena (Italia)

Por las leyes de la reciprocidad y la analogía, todo indica que, a medida que Nuestra Señora fue dando elementos de su cuerpo a su Divino Hijo, por reciprocidad Él también dio, por así decirlo, su espíritu a su Santísima Madre. Ella creció en unión con Él de una manera tan insondable que no podemos ni imaginar. Ella tenía la capacidad de progresar en la virtud, y no dejó de progresar hasta el último momento de su vida.

Por lo tanto, durante todo el tiempo de su gestación Ella experimentó un progreso enorme, insondable y maravilloso, que fue como una especie de símil espiritual de la gestación. En la medida en que María daba su carne y su sangre para formar la santísima humanidad del Hijo, Dios se entregaba también a su alma y, por así decirlo (entre comillas, claro), iba “divinizando” su alma. De modo que en la noche de Navidad, cuando la obra más pura de las entrañas de María estaba próxima a nacer, la unión con su Hijo había alcanzado una cumbre insondable. Estaba preparada para ser, en todo el sentido de la palabra, la Madre del Redentor.

En cierto sentido, se puede decir que María Santísima, como madre, engendró al Hijo. Pero en otro sentido también se puede decir que Él, como Hijo, preparó en Ella a la madre perfecta. Por una paradoja, el Hijo engendró a la madre y también el alma que Ella necesitaba tener para ser la Madre Santísima de nuestro Divino Salvador. Esta alma alcanzó su plena perfección para cumplir el papel de Madre de Dios, precisamente en el momento en que nació el Hijo de Dios.

Probablemente en la noche de Navidad, en el momento en que tuvo lugar el nacimiento virginal del Niño Jesús, se haya producido un éxtasis sublime en el que la Santísima Virgen fue elevada a una intimidad superlativa con la Santísima Trinidad. En ese sublime momento Ella dio a luz virginalmente al Verbo de Dios.

No debemos imaginarnos a la Virgen María como se la representa a veces en algunas ilustraciones, medio dormida, con el Niño recién nacido a su lado. No es incorrecto ni inapropiado representarlo así, porque un cuadro no puede representarlo todo. Pero la realidad espiritual que está en el fondo no se circunscribe únicamente a este aspecto, sino que debería representarse en un éxtasis, un arrebato como no ha tenido lugar en la vida de ningún santo. Durante este éxtasis, su alma alcanzó una plenitud a la que habrían de seguir otras plenitudes, pues la Virgen Madre crecía en gracia, de plenitud en plenitud, de perfección en perfección, hacia la integridad de la santidad que alcanzó en el último instante de su vida en la tierra

Al acercarnos a María, estaremos cerca del Niño Jesús

Adoración de los Reyes Magos, Cornelis van Cleve, c. 1580 – Óleo sobre tabla, Royal Museum of Fine Arts, Amberes (Bélgica)

Podemos imaginar a otro Fra Angelico, que supiera pintar un cuadro que contenga esta idea de un éxtasis fabuloso, durante el cual tendría lugar el nacimiento del Niño Jesús. El nacimiento propiamente dicho no sería una escena “pintable”, porque no podemos tener una idea adecuada de cómo se produjo el nacimiento virginal. Lo que sabemos por la fe es que la Virgen María fue virgen antes del parto, durante el parto y después del parto.

Con estas consideraciones, comprendemos aún mejor la forma de unión entre Nuestro Señor y su Madre Purísima: una unión estrictamente insondable para la mente humana. Es inimaginable, pero meditando en ello nos preparamos mejor para acercarnos al Niño Jesús; entendemos mejor el papel de la Santísima Virgen como medianera, como nuestra intercesora, descubrimos mejor cómo, acercándonos a Ella, nos acercamos a Dios en aquel Niño que nació en la noche de Navidad en Belén; y nos preparamos para hacer una adecuada meditación ante el pesebre.

Esta meditación no consiste en considerar como una nota meramente histórica la presencia de la imagen de la Virgen María en el nacimiento. Debemos considerar, además de la nota histórica, la nota sobrenatural y mística que existe en la Navidad.

Como el Niño Jesús vino a nosotros por medio de María, solo podemos llegar a ese Niño por medio de María. Nuestros ojos, vueltos hacia el pesebre, deben fijarse en Jesús a través de María. Consideremos que Jesús está allí. Él es la fuente y a su lado está la Virgen, que es el canal para que lleguemos a esa fuente.

San José recibió gracias extraordinarias en la noche de Navidad

¿Cuál es el papel de san José? Por muy poderosa que sea la intercesión de la Virgen, la Divina Providencia quiso que tuviéramos intercesores secundarios, y entre ellos tenemos a san José. Como sabemos, pasó por una tremenda prueba, con su perplejidad sobre cómo podía nacer un hijo de una virgen. Para él, un gran misterio. Luego hubo otra terrible prueba: la desaparición del Niño Jesús, encontrado más tarde en el Templo discutiendo con los doctores de la Ley.

Así como hubo una preparación de la Santísima Virgen para ser verdaderamente la Madre de Dios, ciertamente también hubo una preparación de san José para ser el padre adoptivo del Niño Jesús. Pese a no ser su padre natural, como esposo de la Virgen María, san José tenía un derecho efectivo sobre el fruto del vientre sacratísimo de su esposa. De modo que su alma fue asimismo preparada para esta grandiosa paternidad. Debemos admitir que, durante la noche de Navidad, san José también recibió gracias extraordinarias.

Esto se entiende si pensamos en los pastores. Es evidente que ellos, llamados a una primera adoración, recibieron gracias extraordinarias. Si los simples pastores las recibieron por estar cerca de la gruta, ¿cómo no admitir, con mayor razón, que san José las recibió mucho mayores? Por su unión con la Santísima Virgen, por su relación con el Niño Jesús, debemos ver a san José como un intercesor secundario a su lado, pero grandísimo entre los intercesores secundarios. Es secundario con respecto a la Virgen María, no con respecto a los otros intercesores, en relación con los cuales ocupa un lugar eminente, quizás el mayor de los lugares.

Somos hijos adoptivos de la Sagrada Familia: de Jesús, María y José

Detalle de la estatua de alabastro de la Santísima Virgen con el Niño Jesús, retablo de la capilla de Nuestra Señora de Todos los Santos, Margaret Street, Londres – Foto: P. Fray Lawrence Lew

Con nuestro espíritu penetrado por estas consideraciones, debemos acercarnos a la Navidad preparándonos para las gracias de esa noche santa. Sería desfigurar la tradición y desviarse del camino recto si hiciéramos consideraciones en un sentido distinto de las gracias que la Navidad confiere: gracias de apaciguamiento, gracias de distensión.

Antiguamente, cuando se acercaba la Nochebuena, todos sentían una bendición y una paz que descendía sobre la tierra, sentían una alianza del cielo con la tierra. Y esta alianza se renovaba de tal manera que todos caminaban con sosiego, alegría y normalidad hacia el pesebre. Y había una especie de desmovilización de los espíritus, un aumento recíproco y cristiano del afecto entre todos los hombres, con excepción de los que no son hijos de la luz, es decir, los hijos de las tinieblas. Tengo la impresión de que esa sensación es cada vez más tenue hoy en día.

La dichosa noche de Navidad debe hacernos sentir más que nunca hijos de Jesús, hijos de María, hijos de san José. Por lo tanto, hijos adoptivos de la Sagrada Familia.

Debe también hacernos desear un aumento del afecto recíproco, un aumento de esos lazos que la Divina Providencia evidentemente quiere establecer entre nosotros. Son vínculos que nos llevan al perdón recíproco, a la generosidad, al olvido de las faltas, a la renovación de nuestra buena voluntad hacia los demás, quizá un poco cansada por el desgaste diario de los años y los trabajos.

Que la Santísima Virgen María, Medianera de todas las gracias, nos conceda a todos esta gracia. Que la noche de Navidad nos una profundamente entre nosotros, para que así estemos más unidos a Ella. Este es el voto que hago después de esta meditación sobre el Inmaculado Corazón de María, engendrando la carne y la sangre infinitamente preciosas del Niño Jesús, nacido para nuestra Redención.



  




Artículos relacionados

Una luz que viene del campo
El ángel de la guarda, nuestro verdadero amigo
El carácter providencial en la obra de dos grandes santos
El Santo Sepulcro: Una tumba vacía... llena de la presencia de Cristo
El sombrero - II
Nuestra Señora de la Cabeza Inclinada
El barroco peruano
En el Huerto de los Olivos, Nuestro Señor Jesucristo sufrió, rezó y venció
El Mensaje de Fátima, ese desconocido
Juicio y condenación de Jesucristo, una farsa sórdida y grotesca







Informe de sus aportes a la Alianza de Fátima ¿Necesita que alguien rece por usted? Advocaciones marianas en el Perú Suscríbase a nuestro boletín


COVID-19
¿El coronavirus es un castigo divino?
La pandemia y los grandes horizontes de Fátima
Mons. Athanasius Schneider: Nos gloriamos en las tribulaciones
Remedio seguro contra la “coronafobia”
Cardenal Raymond Leo Burke: Mensaje sobre el combate contra el coronavirus



Peregrinando
La Revolución de la Sorbona: París, Mayo de 1968
Después de la Crucifixión, el triunfo de nuestro Redentor
Nuestra Señora de la Buena Guardia
Fiesta de la Purificación de María Santísima
El galeón sumergido: símbolo de la esperanza
Loreto, la nueva Nazaret
El Milagro del Sol
San Nuno de Santa María
En la lucha contra el jefe del orgullo sigamos al Príncipe San Miguel
La sagrada Rosa de la Ciudad de los Reyes
La devoción al Inmaculado Corazón de María
El Jardín de Picpus
La gracia de Fátima actuando en Ucrania
Nuestra Señora de la Cabeza Inclinada
La crucifixión y muerte de Jesucristo
Confianza en María Inmaculada aun cuando todo parezca perdido
En este siglo de confusión, oh Madre del Buen Consejo, ruega por nosotros
Navidad
Fátima y el comunismo: dos profecías irreconciliables
150 años de la Comuna de París
San Juan Masías
Rosa de Santa María
Iglesia y Estado: ¿unión o separación?
Remedio eficaz contra los males contemporáneos
Las glorias de María
Santo Toribio de Mogrovejo
La Sagrada Túnica de Nuestro Divino Redentor
Santa Bernadette Soubirous
Corrupción en la sociedad: ¿Existe una solución?
Fiesta de gloria y de paz
Intransigencia de los Santos: irreductible fidelidad a su misión
Cristiandad
El ángel de la guarda, nuestro verdadero amigo
La Asunción de María Santísima
¡Vade retro Satanás!
El Santísimo Sacramento de la Eucaristía
La Madonna de Monte Bérico
Remedio seguro contra la “coronafobia”
El Hijo de Dios condenado por el más arbitrario de los procesos
Santa Jacinta de Fátima: Centenario de su fallecimiento (1920-2020)
La actitud católica frente a la muerte y la concepción materialista
¿Cómo rezar bien el rosario en honor a la Virgen María?
Grandezas y glorias de San José
Presencia diabólica en el mundo de hoy
Los rostros de la Virgen en el Perú
La Visita a los Monumentos - Jueves Santo
Un remedio eficaz contra la amnesia religiosa
Santidad: la verdadera gloria de Francisco y Jacinta



 



Tesoros de la Fe


Nº 257 / Mayo de 2023

París, Mayo de 1968
La Revolución de la Sorbona

Barrio Latino de París, en la mañana del 11 de mayo de 1968, después de los violentos disturbios de la víspera



Solicite aquí la visita de la Virgen Peregrina de Fátima




Santoral

29 de mayo

San Maximino, Obispo y Confesor

+349, d.C. Tréveris. Dejó el país natal atraído por la fama de las virtudes de San Agricio, Obispo de Tréveris, de quien se tornó discípulo. Con la muerte de éste, fue elevado a aquella Sede, donde se notabilizó por la intrépida defensa de la ortodoxia (= verdadera doctrina) y al acoger a San Atanasio, entonces exiliado.








Ayude a difundir el mensaje de Fátima
Alianza de Fátima | Donaciones | Solicite visita de la Virgen | Tienda Virtual

Campaña promovida por la Asociación Santo Tomás de Aquino
Tomás Ramsey 957, Magdalena del Mar - Lima - Perú
..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... .....