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«Tesoros de la Fe» Nº 241

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En este siglo de confusión, oh Madre del Buen Consejo, ruega por nosotros

He aquí una síntesis de la hermosa historia de la devoción a Nuestra Señora de Genazzano

Plinio Corrêa de Oliveira

En una pequeña localidad italiana, la gracia sustituye un antiguo culto pagano y da lugar a una tierna devoción a la Santísima Virgen bajo la advocación del Buen Consejo.

Siglos más tarde, un reino benemérito se encuentra en triste decadencia. Decadencia política y militar, sin duda, pero también y principalmente decadencia religiosa. Los católicos albaneses ofrecen al islam la resistencia ineficaz de un pueblo que se ha entibiado en la fe. Con ello, la victoria de las huestes de Mahoma se hace inevitable. Dos hombres fieles a la Virgen se sienten perplejos y acuden al santuario nacional de Albania, en Escútari, para implorar a la imagen de María allí venerada un buen consejo: ¿Qué hacer, permanecer en la nación dominada por los turcos, para servir allí a la Virgen, o abandonar la patria rumbo a playas donde puedan vivir sin grave peligro para la fe?

El buen consejo implorado les fue concedido de la forma más estupenda e inesperada. La imagen dejó Escútari, y en pos de ella partieron nuestros dos albaneses.

Confirmando la autenticidad y el acierto de este consejo, la sagrada efigie desciende maravillosamente en el pueblo de Genazzano donde se rendía culto a la Madre del Buen Consejo.

Expansión universal de la devoción a Nuestra Señora del Buen Consejo

Dos fieles devotos de la Santísima Virgen acompañan su imagen en el momento de abandonar Albania

A partir de entonces, la historia de la Madonna trasladada de Escútari no fue sino una sucesión de triunfos. Tanto en Genazzano como en otras ciudades en las que se han expuesto reproducciones del cuadro albanés para la veneración de los fieles, se han multiplicado innumerables gracias de todo tipo. Y entre ellas es frecuente la atención de personas que, deseosas de un buen consejo, acuden a la Virgen, implorando la gracia de una luz para su perplejidad.

Antes de continuar, conviene señalar una peculiaridad de la devoción a Nuestra Señora del Buen Consejo de Genazzano.

En efecto, no es posible hablar de esta advocación mariana sin destacar una de sus peculiaridades más importantes. Muchos de los que recurren a la Virgen ante la imagen de Genazzano o sus réplicas, han afirmado que el semblante de la Señora les “responde” a sus oraciones. No es que lo haga hablando o moviéndose, lo que constituiría un milagro manifiesto. Pero, sin ninguna alteración propiamente milagrosa, algo de la mirada y de la expresión de la Divina Madre adquiere un carácter particularmente vivo e impregnado de alegría maternal cuando el fiel es atendido.

La difusión universal de la devoción a Nuestra Señora del Buen Consejo de Genazzano se debe en gran medida a la multiplicación de este favor.

La humanidad necesita más que nunca de un buen consejo

¿Cuál es la actualidad de esta devoción? Sin duda alguna, en esta época de tanta aflicción y tan conturbada, son incontables las almas que necesitan, a este o a aquel título, de un buen consejo. Nada mejor entonces pueden hacer que implorar el auxilio de aquella que la Santa Iglesia invoca, en las Letanías Lauretanas, como Madre del Buen Consejo.

Ahora bien, es necesario señalar que un consejo es de tanto mayor valor cuanto más importante fuera el asunto sobre el cual versa.

De ahí que sean supremamente importantes para cada uno los consejos necesarios para conocer con respecto a sí mismos —dentro de la tempestad de tinieblas del siglo XX— los designios de María Santísima y los medios aptos para realizarlos.

Es este un primer título para destacar la particular actualidad de la devoción a Nuestra Señora de Genazzano en este siglo que podrá pasar a la historia como el siglo de la confusión.

Pero si ampliamos nuestros horizontes más allá de la esfera individual y consideramos en una perspectiva histórica la crisis por la cual pasa la Iglesia de Dios, no podremos dejar de considerar que también hoy la humanidad necesita como nunca de un buen consejo de la Virgen de las Vírgenes.

En el techo de la iglesia de Nuestra Señora del Buen Consejo en Bockstein (Austria), representación de la traslación de la sagrada imagen

No sucumbir ante los errores esparcidos por el comunismo

Nos encontramos en el ápice de un proceso histórico que se originó en la Edad Media de una explosión de orgullo y sensualidad. De esta explosión nacieron en los siglos XV y XVI el Humanismo, el Renacimiento y la Pseudo-Reforma protestante.

Las convulsiones producidas por esos movimientos se proyectaron de la esfera filosófica, cultural y religiosa a la esfera política y social, ocasionando, en el siglo XVIII, la Revolución Francesa impía e igualitaria. Esta, a su turno, dio origen a lo largo del siglo XIX a movimientos de índole atea, laicista y revolucionaria, que culminaron en el estallido del comunismo, una revolución social y económica que, a su vez, amenaza deglutir al mundo entero.

En el vértice de este proceso, una alternativa se impone: o sucumbimos como otrora Albania al islamismo, o renunciamos totalmente al orgullo y a la sensualidad, extirpando todos sus efectos, tanto de la vida religiosa, como de la vida temporal, entre los cuales el comunismo no es sino la consecuencia supremamente lógica y supremamente maligna. Pero el rechazo efectivo y completo de un inmenso pecado supone una inmensa contrición. Y una inmensa contrición supone un inmenso deseo de perfección en la virtud contra la cual se ha pecado.

Así, la alternativa para el mundo moderno está entre un porvenir tenebroso, compuesto de las últimas capitulaciones ante los extremos del error y del mal, y el abrazo entusiasmado a la plenitud de la verdad y del bien.

¿Cómo mover a la humanidad —tan inmersa en el proceso histórico que la está hundiendo hace tantos siglos— a emprender la trayectoria del hijo pródigo rumbo a la casa paterna?

Sin un poderoso auxilio de la gracia, que hable en el interior de incontables almas, esto no se puede conseguir. ¿Qué mejor modo de obtener ese buen consejo a ser proferido en lo más íntimo de cada corazón para salvación de la humanidad, sino implorándolo a la Madre del Buen Consejo para que, por medio de una gracia nueva, convierta al bárbaro sobrecivilizado del siglo XX? Solo así este podrá, como el bárbaro subcivilizado del siglo V, “quemar lo que adoró y adorar lo que quemó”. Y solo así podrá iniciarse una nueva y aún más esplendorosa era de fe.

Este es el buen consejo por excelencia que los devotos de María Santísima deben pedir para sí y para todos los hombres  en los días de hoy.

Errores evidentes y rotundos encuentran libre tránsito en ambientes católicos

Imagen original de Nuestra Señora del Buen Consejo que desde el año 1467 se venera en Genazzano, Italia

Tal vez parezca excesivo a algunos lectores que afirmemos que este es el siglo más confuso de la historia. Sin embargo, entre las múltiples pruebas que tal aseveración comporta, es necesario destacar una que por sí sola justifica nuestra afirmación.

En efecto, sería difícil negar que en alguna otra época la confusión haya sido mayor en los medios católicos que en los nuestros.

Ciertamente hubo épocas en que la Iglesia pareció ser afectada por una confusión más grave. Como las crisis a lo largo de las cuales los antipapas dilaceraban el Cuerpo Místico de Cristo o la lucha de las Investiduras que dividió durante mucho tiempo al Occidente cristiano, lanzando al Sacro Imperio contra el Papado. Pero estas crisis eran más provocadas por rivalidades personales que por principios, o ponían tan solo en juego algunos de ellos, aunque básicos, de la doctrina católica.

En el momento actual, por el contrario, no existe error, por más evidente y rotundo que sea, que no intente revestirse de un ropaje de prestigiada novedad para obtener libre tránsito en los ambientes católicos. Se puede afirmar que asistimos en nuestro propio medio al desfile de todos los errores, insolentemente disfrazados con piel de oveja, solicitando la adhesión de católicos incautos, superficiales o poco amorosos de nuestra fe.

Cuando la confusión sopla en los ambientes católicos…

Ante esta maniobra, ¡cuántas concesiones, cuánta falsa prudencia, cuánto criminal coqueteo con la heterodoxia! En esta atmósfera, que ya ha sugerido a Paulo VI algunas graves advertencias, la confusión es tan grande que, en no pocos círculos los católicos con celo por la ortodoxia son mal vistos y puestos bajo sospecha, ¡mientras que el tropel de víctimas de los errores disfrazados se comporta con la desenvoltura de quien fuera dueño de casa! Esbozado este panorama, pensamos con afecto y aprehensión en tantas almas modestas a quienes las circunstancias de la vida no permiten mayores estudios religiosos. ¡Cuán necesaria les es el buen consejo de María Santísima  para vencer la confusión! La Iglesia puede decir de sí misma, análogamente, las palabras de Nuestro Señor: “Yo soy el camino y la verdad y la vida” (Jn 14, 6). Si en los ambientes católicos sopla la confusión, es inevitable que ella se extienda a todos los demás ámbitos de la existencia. Y en la Iglesia no puede haber peor confusión que la de los principios.

Es natural, pues, que afirmemos que nuestro siglo es el siglo de la confusión y que de nuestros labios se desprenda una súplica a la Madre de Dios: Nuestra Señora del Buen Consejo, ruega por nosotros y ayúdanos a permanecer fieles al Camino, a la Verdad y a la Vida, en medio de tanto extravío, de tanto embuste y de tanta muerte.

 

* Este artículo fue publicado originalmente en la revista “Catolicismo”, nº 208, abril de 1968. Para saber más sobre esta extraordinaria devoción mariana, recomendamos leer Nuestra Señora del Buen Consejo de Genazzano, “Tesoros de la Fe”, nº 76, abril de 2008 in https://www.fatima.pe/articulo-405-nuestra-senora-del-buen-consejo-de-genazzano.



  




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